domingo, 10 de agosto de 2008

DE LA INFORMACIÓN AL CONOCIMIENTO


Si las computadoras son nuestra herramienta, la información viene a ser, en muchos casos, la materia prima de nuestro quehacer cotidiano. Debemos dominar el saber del campo en que nos movemos, y además hemos de estar generando nuevo conocimiento: ampliando el campo.

Ésta parece ser la fórmula de la prosperidad, de la supervivencia, del acceso al futuro en la economía de nuestros días.
La idea con suficiente informaron, hoy más que hablar de suficiencia, había que hablar de excelencia que apuntaba ya entonces al acceso, uso y aprovechamiento de la creciente información disponible, aunque todavía no utilizábamos Internet.
Desde aquellos años 90, por una parte el avance de la gestión del conocimiento en las empresas no ha sido siempre satisfactorio (a pesar de las potentes herramientas disponibles), y por otra, la información ha seguido multiplicándose sensiblemente y poniéndose a nuestra disposición a través de las TIC.

Se han aproximado muy visiblemente entre sí en el mundo empresarial, para entrar en sinergia con las emergentes figuras del nuevo directivo y el nuevo trabajador, también muy especialmente con la idea del aprendizaje permanente, desde luego con la necesidad de innovar, y, en definitiva, con la evolución de la economía.

“Cuando permitimos que las nuevas tecnologías nos hipnoticen, caemos en la gula de engullir una información abrumadora que nos impide concentrarnos en lo capital: la síntesis. Hay algo peor que no tener información: carecer de criterios de selección que filtren y proporcionen únicamente las referencias que tienen significado para estudiar un asunto. Cuando el que debe decidir no dispone de toda la información, pero conoce la realmente esencial, suele aplicar un sentido común adicional, que con frecuencia logra intuiciones holísticas, más geniales que aquellas derivadas de valorar información no relevante”.
Aquí ya se nos alertaba sobre esa especie de hiato existente entre la información y el conocimiento. Venía pareciendo años atrás, y aun hoy todavía, que lo importante era manejarse con la tecnología para acceder a la información, pero hemos de enfocar también nuestra atención sobre cómo traducir la información a conocimiento, en lo que llamamos aprendizaje permanente, a lo largo y ancho de nuestra vida laboral.

CÓMO NOS RELACIONAMOS CON LA INFORMACIÓN

Aprendemos continuamente y contribuimos, mediante la innovación, a extender las fronteras de nuestro campo del saber. Lo que hacemos está lleno de conocimiento: el que hemos adquirido, el que seguimos adquiriendo y el que nosotros mismos hemos generado.

El paso de la información (que yace en soportes) a conocimiento (que yace en personas) es extremadamente complejo, nada automático e invita al análisis y la reflexión. Puede decirse que el tratamiento de la mucha información que se nos ofrece consta de los siguientes pasos:

Conciencia de la necesidad de información.
Definición del patrón de búsqueda.
Identificación de las fuentes.
Acceso a las mismas (humanas, impresas o electrónicas).
Localización de información útil.
Descubrimientos paralelos.
Examen de la información.
Interpretación y evaluación de la misma.
Contraste de informaciones.
Integración y aprendizaje.
Combinación con conocimientos anteriores.
Establecimiento de conexiones.
Posibles inferencias y abstracciones.
Síntesis y conclusiones.
Reflexión sistémica.
Aplicación y difusión.
Antes de actuar o abrir nuevas líneas de negocio, nos informamos, aprendemos, reflexionamos, y aplicamos finalmente lo aprendido, o lo difundimos.

Nuestro perfil de directivos y trabajadores del conocimiento nos obliga a generar información para los demás, a expresarnos oralmente, pero sobre todo a escribir.

Entonces otras competencias informacionales, tanto operacionales (alegación, comunicación escrita...) como personales (manejo de conceptos, asertividad, empatía, espíritu colectivo…). Muchas empresas han desplegado sus modelos de competencias para la gestión de los recursos humanos, pero puede que las competencias informacionales, como las conversacionales, hayan sido subestimadas, si no preteridas en algún caso. El hecho es que no podemos dar por supuesta nuestra destreza informacional en la economía del conocimiento: estupendo si somos competentes en esta área, pero comprobémoslo.

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